Fecha: 21 de Enero de 2018
Sintió y reflejó, Esther, la brisa sanadora
Era una tarde de primavera
Pero mis ojos ciegos
No veían florecer
Ni almendros, ni naranjos.
Era una tarde que luego
Fueron miles de tardes,
De sus palabras y actos
Que hacen crecer el alma.
Su palabra se asoma al precipicio
Excitante de la vida diaria.
La mentira ante sus ojos
Es un peón fuera de juego.
Sigue soñando
Con una mirada digna
Para nosotras
Para ellos,
Sigue sufriendo en la piel
De las dolorosas otras.
Aunque su vida se pierda
En las hojas huecas
De unos libros de texto
Florecerán sus sueños
En quien la conocemos.
A Angelines
Esther P. Fernández