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CÁNCER

Fecha: 07 de Julio de 2020

Vivencia del proceso de su desarrollo

CÁNCER

Y un día cualquiera sucede, me dan la noticia. Llevaba semanas con problemas de respiración y fatiga, comencé a tener flemas cada vez más gruesas y con color oscuro, hasta que llegaron a ser rojizas, incluso con hilillos de sangre. Se me dio un tratamiento antibiótico muy fuerte para cortar la infección, pero no se veía la causa en las placas de rayos, había que hacer un escáner. Fue una experiencia el meterme en aquella camilla que cruza un arco con unas luces registrando todo, o casi, mi cuerpo. Una voz indicando coger aire y soltar aire, la sequedad de la garganta por el contraste (un elemento líquido que meten en vena hace las veces de luz artificial y se ven mejor las cosas, en el interior del cuerpo de uno, por el escáner), los brazos estirados, por encima de la cabeza, para que no tapen parte del tórax y abdomen. Son quince minutos lo que dura la prueba, tarda más tiempo sacar los resultados, varios días de espera. No me imaginaba el resultado, ni siquiera me lo había planteado. Yo y lo de los médicos es algo increíble, apenas iba a ellos, era ya caso extremo, dando por sentado que me resolverían el problema que les presentase, siempre tenía una dolencia clara, palpable, pero lo de ahora era diferente. Con el tratamiento había mejorado bastante, al dejarlo me encontraba bien, seguía con fatiga pero estaba mejor, hasta que volvieron los esputos, eso ya no era normal. Pensé que dando el tratamiento de nuevo, se repararía y ya estaba resuelto, pues no, no era así de sencillo, había más enjundia y calado. Una invasión de bichitos, se había apoderado del pulmón izquierdo y tocado, de pasada, el derecho, hicieron una colonia obstructiva que no me quería dejar respirar, no solo eso, se aventuraron, como conquistadores, por los sitios cercanos, y algunos lejanos, colonizando sus ubicaciones. Estaban dispuestos a minarme, ocupando puntos estratégicos de mi maquinaria. Las pruebas, aún siendo válidas, llegaron un tanto tarde, a estos invasores se les pudo cortar las alas cuando empezaban a instalarse, o eso creo. De cualquier manera quedaron identificados, el mal estaba ahí y tenía nombre de plaga: CÁNCER. No me dolió por saber el nombre, no me dolía antes, doler de daño; me sentí ajeno a la situación, como que no iba conmigo, una sensación extraña de tan novedosa, y prejuzgada en otras ocasiones. Era a mí a quién le decía el Dr. que hoy se podía hablar con tranquilidad de este tema, el cáncer, que la mayoría son tratables para estabilizarlos e, incluso, curarlos. Los avances científicos son cada día más contundentes y efectivos, hay que tener esperanza y una mentalidad en positivo. No cabe duda de que supone un varapalo al ánimo, a mí me dejó en estado de shock, como no  notaba nada especial, no era capaz de asimilar que tenía encima una enfermedad mortal, esa era la verdad. Que tenía muchas posibilidades de que con tratamiento pudiese llegar a frenarla, también era verdad. Seguía sintiéndome ajeno, creo que mi subconsciente no era ajeno, pero no tengo la seguridad, lo digo por el paso de los días que el carácter se me fue, de alguna manera, agriando. No era consciente del alcance, mi comportamiento empezó a ser otro, entré en momentos de abandonamiento, de perder el interés, de falta de respeto hacia mí, hacia mi compañera, hacia todo en general. No sentía miedo, era sensación de dejadez, como si existiese una fecha decidida sobre mi futuro. De todo esto me di cuenta más tarde, eso me sucedía sin yo ser consciente, aunque parezca mentira. Ya tenía bastante mal encima como para hacerme más, y hacerlo a quién más me estaba ayudando. Aunque no estaba bien lo que hacía, era común en estos casos, según me dijo la psicooncóloga que me empezó a tratar. Soy una persona cerrada, no expreso mis sentimientos, me cuesta el sacarlos a que les dé el aire y los vean los demás. Mi educación hizo así mi carácter, por eso a la psicóloga le cuesta reconducirme, también que yo soy un poco vago para llevar a cabo los ejercicios que me enseña, me harían comprender mejor mi conducta, y rectificarla en esos puntos que me gustaría cambiar, en ello estoy, veo que es verdad lo que me dice, he de tomar decisiones en el planteamiento de mi vida. El tratamiento que, una vez diagnosticado el cáncer, empezaron a ponerme es de última generación, lleva, relativamente, poco tiempo en práctica: inmunoterapia. Se calculan una serie de sesiones espaciadas en 21 días, cada sesión es de cerca de una hora, con una inyección por vena, indolora y sin efectos secundarios molestos, ni notorios. Yo cuando salgo de la sesión, ya puedo comer tranquilamente, conducir y hacer el amor, vamos que es como si no me enterase. Ya van unas cuantas, 12, y tengo que parar; los anticuerpos metidos son suficientes, por el momento, para que luchen durante tres meses. La pelea que mantuvieron hasta ahora fue de titanes, han hecho limpieza metastásica de la mayoría de puntos tomados, han reducido el volumen de la colonia principal en sus dimensiones, aniquilado los otros centros tomados dejándolos residuales. Es motivo de alegría, de esperanza, ilusión, de reflexión. Me sigue costando creer que todo esto me esté sucediendo, todo, lo físico, lo emocional, lo personal, todo mi vivir en el que me hallo. Aprovecharé la buena inercia para airear la azotea y mirar cómo coloco los muebles de tal manera que me encuentre cómodo, a gusto conmigo mismo, sintiendo que estoy donde quiero estar. Por el momento intento estar lo más tranquilo posible, a pesar de la situación personal. Decidimos vivir separados por el bien de los dos, la convivencia deterioraba nuestra relación, necesitaba un cambio de aire, alejarme para ver en la distancia, yo era insoportable y hacía daño. No se podía permitir. Hablando dimos esa solución, distancia.  Es cuestión de tiempo el que las cosas se sitúen, como en un rompecabezas que hay que colocar, pero llevará su tiempo, con todas sus sensaciones, emociones, hasta ver que la figura está claramente definida, las piezas fueron, una a una, llegando a su posición, haciendo la visión completa de lo que en principio se buscó. Hay dolor por la distancia y ausencia establecidas, hay satisfacción por la valentía de tomar una decisión para mejorar las cosas, de no empeorarlas. Es duro y, a la vez, necesario. Siendo cabal y justo, es el mal menor por el mejor bien.

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