Fecha: 20 de Agosto de 2020
Novedad de tiempos de guerra
Confinamiento
Recogimiento forzoso, confinamiento por ley. Situación desconocida por la inmensa mayoría de personas de este país, incomprensible y real. La rueda se para, frenada por lo invisible, desconocido y temido por lo voraz que se presenta: mata en serie. Viene sin bandera acometiendo todos los frentes, cebándose en indefensos y trasladándose en un simple contacto. Su navegar es más sencillo que el de las ondas, toda superficie es puerto de espera para iniciar nueva andadura y expandirse, suspendido un instante en el aire, busca cabalgadura a la que subirse y, desde allí, iniciar una nueva invasión en el interior de otro cuerpo.
Nos trae el miedo inquieto, no sabemos nada de lo que sucede, noticias sobre suposiciones abren todos los diarios, el pánico lleva a la angustia generalizada, encerrados en casa sin más conocimiento que algo terrible nos asola y la única manera de que se pueda frenar ese avance destructivo es aislándolo, dejándolo quieto en su último puerto sin posible salto a materia viva, sin poder desarrollarse. Científicos eminentes de todo el mundo buscan su ecuación, sus hechuras, en una pelea marcada por el tiempo. No hay bombas ni balas de ningún tipo, no hay ataques por zonas o intereses, pero es la guerra. Los pilares de la sociedad se tambalean, el hombre es el objetivo primero y éste debe prevalecer por el bien del sistema. La economía hace aguas, las industrias cierran sus puertas por imperativo mayor, solo abastos se tiene que mantener, con restricciones, como imprescindible. Conciencia de todos para todos es la consigna, en el frente luchan sin desmayo, incluso hasta la muerte, quienes tienen esa misión, unos en quirófano, otros en salas cercanas, ambulancias, todo los que están en hospitales, en cualquier cargo es el frente, parecido a establecimientos de comestibles, farmacias, fuerzas del orden, basureros, las personas que trabajan con los ancianos en residencias, todos son frente de guerra. La emergencia los situó en ese trance tan terrible, ver morir y poder morirse, también en la posibilidad de ganar batallas y sonreír en medio de tanta incertidumbre y desazón cuando se ven los salvados llenos de emoción y agradecimiento, esa alegría infunde el valor para seguir peleando.
Surge el desánimo al ver personas insolidarias, que van libres y no sienten respeto ni por ellos ni por los demás, se saltan las normas aumentando el riesgo, en su ignorancia se sienten superiores, estúpidos cretinos, pensando que la ley es un capricho para hacerles la vida incómoda y no la aceptan. Son el verdadero daño, propagadores que luego se lamentan y exigen, para los que se están fajando que necesitan, más que el reconocimiento, que también, la colaboración, ya es dura la lucha como para ayudar al enemigo. Triste es la ayuda que ofrecen muchas personas de la política, periodistas, personajes públicos, amén de los eclesiásticos, teniendo la capacidad de convocatoria que tienen, siembran discordia y miedos entre sus acólitos haciendo miserables discursos, descalifican sin rubor alguno, sin mostrar capacidad para construir en su alternativa, no la tienen, no la buscan, no nos ayudan a la sociedad en general, se les llena la boca de banderas haciéndolos dañinos para la lucha comunal. Hay que vigilar al gobierno siempre, pero en situaciones extremas no se puede ser carroñero y buscar espectáculo, claro que en el país en que vivimos, tan aborregado, es normal que triunfen las consignas de los voceros, y sabiéndolo como lo saben, no les importa difamar, destruir, con tal de sacar rédito a su discurso.
Afortunadamente aún están de pie muchas personas sensatas, valientes, que sí ven los errores que se cometen, pero la lealtad para con el resto de la población les lleva a ponerse el traje de faena, y ya pedirá explicaciones a su tiempo, los responsables de las decisiones que se toman, lo son siempre para bien o para mal, y permanecen en el tiempo. El pueblo llano, y en general, supo lo que tenía que hacer y lo hizo, aguardó estoicamente los días señalados en sus moradas, alejados, en la mayoría de los casos, de sus seres queridos, incluso perdiendo alguno y no poder despedirlo, añadió el signo de gratitud hacia esos incondicionales que cada día se partían el pecho en el frente, dándoles visión todos los días a partir de las ocho de la tarde, un orgullo tener toda esa multitud de profesionales entregados, con sus miedos, pero sin una queja, solo pidiendo un mínimo de seguridad para ellos, y un máximo de responsabilidad de los poderes y de todas las personas. Hemos de adaptarnos, admitir, nuevas formas de relacionarnos con los demás, los espacios públicos nos exigen otra disciplina, conducta nueva, distancias y protecciones que eviten contactos y posibles contagios, mantener las normas que son básicas de mascarilla y lavado de manos junto con la distancia ya conocida.
Avanzado el tiempo nos cuesta asimilar que estamos en estado de guerra, al no ver tan sanguinario al enemigo, pensamos que no existe, que lo hemos derrotado y que no le queda otra que firmar el armisticio, desgraciadamente este planteamiento es beneficioso para el oponente, nuestra bajada de defensa hace que se crezca, mute y se expanda rebrotando, originando miedos y desconfianzas vecinales que desemboquen en otras fobias. Si un día empezamos a vestirnos, luego a calzarnos, parece que ha venido una nueva pieza a formar parte de nuestra indumentaria habitual, al menos una temporada larga, sin otro ánimo que el de ayudarnos, aunque resulte engorroso, viene para quedarse la mascarilla. No es broma, nada más verdad, el acceso del virus, tan temido, es por vía respiratoria, qué menos que ponerle todas las trabas posibles para impedirle su ataque, hacerle la vida imposible a cambio de perder ciertas comodidades. Podemos vencerlo, tenemos que querer, el problema es que tenemos que ser todos, los que estemos concienciados de que para lograrlo necesitamos la unión que en su día, hace siglos, tuvo el pueblo de Fuenteovejuna, arrimando todos el hombro, en este caso cumplir todos las normas, e ir todos a una.
Checafe