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Invierno

Fecha: 27 de Enero de 2018

Se pone fresco cuando llega

El tiempo de acercarse la nieve, de hacerse patente el frío, aunque lo llamásemos fresco: "está fresquin el día". Muchos años se acercaban las bajas temperaturas pero aún no había llegado, era antesala de que venía crudo, con ganas de pelar, de hacer duros los transitares, de combatirlo con fuegos caseros y calderas comunales. Salir al bosque a por la leña necesaria, muchos días, almacenando troncos bajo la escalera y debajo del horreo, todo esto es ritual de obligado cumplimiento para compartir los tiempos con él: el invierno.
Entra oficialmente para sentarse en el salón de casa y esperar que los niños loteros le canten el gordo de navidad, las nieves le precedieron y su ser gélido, las aprieta y conserva dejando una capa blanca donde cada contraste de color resalta su singularidad. Llega para despedir el año, y empezar el nuevo en la lentitud del deshielo, tiritando los árboles desnudos, compases más sonoros en arroyos y ríos, recogimiento de los animales salvajes, chimeneas haciendo escaleras al cielo.
En las ciudades se desparrama haciendo los días más cortos, con una luz menos viva y, las personas con ropajes densos que protejan del glacial ambiente. Tiene su encanto, momentos de reuniones al calor del hogar, sus festividades que llaman a escapadas y a reuniones familiares, tiempo instaurado de regalos varios y de comidas desbordadas en cenas señaladas. Se desliza lento para dar crecida a los días, para que empiece el desperezarse de animales, las primeras yemas de hojas y la celebración de las carnes. Carnaval con bacanales para auyentar la frigidez reinante, entrando en calor para, pronto, aparecer los colores, la luz alzándose ante los nuevos sembrados.
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Recuerdo las nevadas en la niñez, hacer muñecos enormes a partir de bolas que echábamos a rodar hasta ser más grandes que nosotros, tumbarlas, recortarlas y poner otras encima hasta hacer la forma deseada, ponerle dos piedras haciendo de ojos, un palo pelado y recortado como nariz, un sombrero ajado y un saco deshilachado de bufanda, para que vigilase las peleas a bolazos que batalleábamos y luego el dolor de manos que quedaba por el contraste de temperaturas. Era cuando alejados del pueblo, veíamos animales que solo se apreciaban por la desnudez del paisaje y su blancura virginal. Se nos quedaban los ojos como platos viendo un zorro, rebeco, corzo, lobo, gato montés, aguilas, urogallos..., un día de sol con nieve es magia para observar y siendo niños aventura trascendental que se graba en los meollos. Son más los días grises y quejumbrosos, de calzado mojado y narices moqueantes, manos moradas y escasez de luz, paisaje desnudo, hojas que ya son barro, aves quedas, mudas, cristales con vaho, caldos y cocidos, recogimiento temprano de reloj, y camas con varias mantas.

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