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MACHOTES

Contaminados desde tiempo ha

          Machitos somos, unos más machotes que otros, según las demostraciones que se hagan. El más machote es el fuerte, que piensa con la polla. Su materia gris, aparte de ser escasa, la emplea en una sola dirección, la de ver, en las mujeres, unas esclavas sumisas, que deberían estar locas por acostarse con él. Son solo coños a su servicio, seres inferiores para tareas que les son "propias": tareas del hogar y adoración al machote. Como cosa natural, no se puede conformar con una, sería frustrante. Puede tener novia formal, estar casado, vivir en pareja pero, nada le impide seguir añadiendo conquistas a su curriculum, es una necesidad tan fundamental en su vivir, en su desarrollo personal que, lo que digo, solo piensa con una neurona: "qué guapo soy, qué bueno estoy, qué polla tengo... están locas por mi".

           En el ascensor ya mira, con lascivia, a la vecina que con él sube o baja, incluso se insinúa con sonrisas y miradas con pose incitante. En la calle se siente el centro de atención de las féminas, se cree irresistible, cuando su mirada coincide con una mujer que, distraidamente, lo mira, su testosterona sube por encima de un rascacielos, le sonríe, guiña un ojo, lanza un beso obsceno, "ésta quiere guerra, está loca por que le de caña... pero que golfa". En el bar, inspecciona al personal, solo a las mujeres, empezando por las camareras, hasta la señora que está tomando algo con su marido, con su pareja; para todas tiene una mirada con tintes de insinuación, sonríe, trata de ser agradable, amable, toscamente diligente.

            Si alguna, por cortesía, le sonríe, le da conversación, ya sus conjeturas son certezas y va, poco a poco, tejiendo la red que lleve a ese objetivo primitivo, no ve más que satisfacer su líbido, su ego. Si entra en el supermercado, va calibrando a las cajeras, y resto de secciones donde hay mujeres trabajando, "buenas tetas, vaya culito, esas caderas son dignas de que les de un revolcón... me ponen cachondo estas zorras".

            Se siente particularmente satisfecho cuando tiene la oportunidad de pavonearse entre otros machotes y machitos, relatando sus conquistas, "no veas que mamadas hace la vecina del décimo, se vuelve loca durante una hora, chupa que te chupa... y la de charcutería del super es una guarra de cuidado, le va todo, pero todo todo, no veas... y una chorba jovencita que me enrollé por la calle, fue visto y no visto, no me lo podía creer ni yo, cuatro palabras y nos metimos en un portal, bajamos al sótano y, se me tiró al paquete como una poseida, menudo polvo salvaje de pie, no veas...". Sigue su perorata como gallo de corral, sintiéndose como un triunfador, más que un dios, satisfecho de si mismo; lo avalan sus aduladores, esos que sienten envidia y, que tratarán de imitarlo, de ver que las mujeres son de usar y tirar, sobretodo de tirartelas, dicen.

            Llega el machote a casa, su pareja le tiene en palmitas, la casa ordenada y limpia, los niños como cromos, la comida en la mesa, todo dentro de la normalidad de un hogar cualquiera. La diferencia estriba en que, él no es normal, a la mínima le sale el machote que lleva dentro para ver en su mujer algo para despreciar, para humillar, para maltratar, si va más lejos, para matar. No tuvo un momento para desarrollar otras muchas neuronas, unas que le hicieran ver que era hijo de mujer, que solo por eso, ya le debe todo el respeto a la mujer: a toda mujer. Qué sería de él, hasta que se hizo adulto, sin la atención recibida por LA MUJER.

            Esa escasez de entendederas, derivada de una educación nociva, donde todo es masculino y jerárquico, con una moral basada en la religión misógina y paternalista, con unos cánones transmisores de ignorancia y pobreza mental, que a día de hoy sigue con total vigencia.

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