cuando lo sepa te lo digo I
Aquello era solo el principio, una visión simple, el espacio empezaba a rellenarse, pero había trazos señalando vegetación. Empezó con un horizonte dividiendo el primer pensamiento, una recta que partía en dos el espacio en blanco, sin más. En el extremo izquierdo colocó unas piedras musgosas, amontonadas, apenas eran cuatro, como racimo, le nacieron unas hierbas en las ranuras que se habían formado, compactándolas. A su vera, casi como huídas, otras hierbas más robustas, gruesas y altas, formaban un conjunto apiñado, tenían la misma raiz y el tallo eran las propias hierbas. Parece que entre las piedras y el mazacote de hierbas hubiera un caracol avanzando, será imaginación mía.
Centrada está una palmera joven, el tallo aún es fino, delgado, cimbreante; sus hojas espléndidas, seis palmas vivas, se inclinan, en su altura, sobre las hierbas y piedras; el viento es del este. Alejado unos metros, otro arbolito asoma su copetín, no es palmera. Tan diminuto y tan vivo, estirado, recto, con dos cañitas bajas para equilibrarse; pasado un tiempo competirá con la palmera o, serán complices mudos que observen el tiempo. Más a la derecha se reunen siete piedras, rompiendo el trazo horizontal, por debajo, tienen menos musgo ellas, está en el suelo, siendo su cama y empezando a treparlas. Estas piedras están custodiadas, de cerca, por una flor altiva, rígida, tiesa, soportada por un tallo fibroso y abundantes hojas a modo de soldados vigías, recios y prestos. Escasamente separadas de la flor, unas hiedras y, unas hierbas se abrazan con intención, forman el extremo del trazo en unión amistosa, unas crecerán, las otras las verán crecer... quizás asomen más. Cuando lo sepa... los sabremos todos.
Checafe